“Lleven la obra de su Fundador al futuro y enriquezcan a la Iglesia con su carisma.”

(Juan Pablo II al Instituto, 16-9-1994)

Ser María

Ser María

“¡Aquí tienes a tu Madre! – ¡Aquí tienes a tu hijo!”

(Juan 19,27)

Desde la Cruz Jesús nos regaló a su Madre, María.

Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno.

(Papa Francisco)

En todo tiempo es María quien lleva a Cristo al mundo. Hoy Ella también quiere hacerlo a través de nosotras.

En la Alianza de Amor se regala Ella misma con toda su personalidad: con la plenitud de vida y amor que recibió de Dios.

En Ella, la Inmaculada – el “concepto genuino” que Dios tiene del hombre (I.F.Görres) – se muestra de manera atractiva lo que la gracia de Dios puede lograr. Se pone de manifiesto cómo es la persona que sigue a Cristo. Por eso nos orientamos en Ella.

Es el anhelo de Dios, y a esto nos llama Él, que le transmitamos a otros el amor tierno y maternal de María, que continuemos sirviendo como Ella desinteresadamente a la vida de personas concretas, que imitemos hoy en nuestras vidas la pureza de su amor, la claridad de su pensar, su libertad al decidir, su apertura absoluta a los deseos y a la voluntad de Dios.

“La oración a la Madre de Dios que el Padre Kentenich formulara durante su prisión en Dachau, cobra … hoy gran actualidad: “¡En nosotros recorre nuestro tiempo, preparándolo para Cristo Jesús!”

(Juan Pablo II al Instituto, 16-9-1994)

Ser alma de la Obra de Schoenstatt

Ser alma de la Obra de Schoenstatt

Toda obra de Dios debe estar colmada de gracia para dar fruto. Para ello se requiere de un trabajo minucioso que vaya a lo profundo y a lo amplio. El Padre Kentenich llama a esto “ser alma”.

Nuestro Instituto fue fundado para servir de esta forma a la Obra de Schoenstatt.

Concretamente servimos del siguiente modo:

Acompañamos a los matrimonios y a las familias en su camino espiritual y humano para que vivan con amor creciente su vínculo basado en el sacramento del matrimonio, brindando a sus hijos experiencias positivas básicas humanas y religiosas.

Apoyamos a las mujeres, a las madres, buscando con ellas caminos mediante los cuales enriquezcan a sus familias, a la sociedad y a la Iglesia a través de las fortalezas que les son propias por su condición femenina.

Ayudamos a las niñas y a las jóvenes a desarrollar su personalidad, señalándoles perspectivas para conformar su vida como personas cristianas.

¡En medio de la vida, llenas de entusiasmo y movidas por el Espíritu Santo!

En el corazón de la Iglesia

En el corazón de la Iglesia

“Ustedes quieren seguir pronunciando y, en cierto modo, inscribir en sus corazones el ‘Dilexit Ecclesiam’ que caracterizó la vida y obra de su Fundador, el Padre José Kentenich.”

(Juan Pablo II al Instituto, 16-9-1994)

“DILEXIT ECCLESIAM”, amó a la Iglesia. El Padre Kentenich deseó estas palabras como epitafio para su tumba. Él se puso al servicio de la Iglesia, su gran amor, entregándole su fundación.

A través de la Alianza de Amor con María en Schoenstatt brotó una nueva fuente de gracia – desde el corazón de la Iglesia y para la Iglesia en todo el mundo.

Quien conoce el camino a la fuente, debe transmitírselo a otros. Nos urge emplear todas nuestras fuerzas para la evangelización en los diferentes contextos culturales.

“Schoenstatt aporta una notoria dinámica misionera a la Iglesia. ¡Cuántas iniciativas para la evangelización y la formación sea de jóvenes, adultos – varones, mujeres y familias! Pero por sobre todo: ¡Cuántas personas pueden atestiguar que aquí, en el Santuario, se ha transformado su vida! ¡Cuántos jóvenes han experimentado, gracias a Schoenstatt, la alegría en la fe y la belleza de ser cristiano! ¡Cuánto potencial misionero se puso aquí en acción en cada uno y en la comunidad, para el servicio de la Iglesia!”

(Cardenal Stanislaw Rylko, 18-10-2013)

Mantener el mundo abierto para Dios

Mantener el mundo abierto para Dios

“…y la Madre de Jesús estaba allí.” (Juan 2, 1)

Como María, también nosotras queremos estar allí: en todas partes donde haya personas que se alegren y tengan esperanza, pero también donde vivan con tristeza y temor, allí donde vayan dándole forma a su vida y su mundo, procurando dar respuesta a las grandes preguntas de la vida.

Queremos estar allí, entre la gente, para mantener nuestro mundo abierto a Dios y a su acción santificadora. Acoger en nosotras el ritmo de la vida para dirigirlo hacia Dios: esta es nuestra tarea, que comienza en el propio corazón.

Se concretiza en nuestro trabajo – en el servicio a la propia comunidad, en instituciones eclesiales, así como en diversos campos laborales de la vida civil – para lo cual debemos contar con una buena capacitación humana y profesional.

Sea que vistamos de civil o llevemos el vestido uniforme de las Hermanas de María, sea con palabras, a través de signos exteriores o simplemente a través de nuestra persona: siempre procuramos construir puentes para unir el cielo y la tierra.

También allí, donde ya no se habla de Dios, pues:

“Queremos mostrar a través de nuestra vida, que Dios vive.”

(J. Kentenich)