Comparto un poco sobre la influencia de la Educadora Venerable Hna. M. Emilie en mi misión, como Directora Pedagógica en la Guardería Rayo de Sol, en Atibaia, São Paulo, Brasil, donde atendemos a 238 niños de 2 a 4 años de edad, en período integral.
Desde la adolescencia, me sentía impulsada a actuar en el área pedagógica. Este deseo tomó mayor profundidad cuando conocí la vida y la historia de la Hermana M. Emilie Engel. Quedé profundamente encantada con su labor como profesora y deseaba ser como ella. No imaginaba que, de este modo, la Providencia Divina me preparaba para seguir no solo una carrera profesional, sino el mismo camino de vida consagrada de la Hna. M. Emilie.
Con el tiempo, esta admiración se transformó en una amistad espiritual profunda. La Hna. M. Emilie, desde el cielo, se convirtió en mi guía, ayudándome a discernir mi vocación y misión personal, un camino que abrazaba la totalidad de mi existencia. Me convertí en Hermana de María en el año jubilar de los 75 años de nuestra Comunidad, Hermanas de María de Schoenstatt. Hoy, 25 años después de mi ingreso, celebro la inmensa alegría de prepararme, junto con todas las Hermanas del mundo entero, para celebrar nuestro Jubileo Centenario.
Educar es iluminar: La Pedagogía de la Confianza
La Hna. M. Emilie, una luz que iluminó el inicio de nuestra Familia, es mi ejemplo para la gestión pedagógica de la Guardería Rayo de Sol. En los desafíos de mi trabajo con los niños, profesores y funcionarios, su consejo me guía: “En la medida en que somos hijos de la confianza, podemos ser para los demás el bastón, el apoyo, la luz y el sol.”
Para que las exigencias burocráticas de la dirección no me quiten el equilibrio interior, reservo algunos días para una “pausa creativa y refrescante”: las clases de música y enseñanza religiosa para los niños de los 10 grupos. Esta es mi oportunidad de llevar la luz y el sol de la fe a los pequeños. A su vez, yo soy enriquecida por la luz pura e inocente que brota de sus corazones. Enseñar a los niños la verdad de que son príncipes y princesas, como hijos del Padre celestial, es un regalo incalculable en mi camino.
La Hermana es la “Madrecita del cielo”
Me impresiona el cariño con el que los niños se dirigen a la Madre de Dios, llamándola Madrecita del cielo, como cantamos en la simple y hermosa canción mariana. Lo más sorprendente es la frecuencia con que ellos se dirigen a mí llamándome: ¡Madrecita del cielo! Esto, al mismo tiempo que me trae una inmensa alegría, hace temblar mi interior. Porque exactamente esta es la gran meta y la aspiración más noble de toda mi vida: ser una presencia viva de María, una “Madrecita del cielo”, para los niños, profesores y todos los que me rodean.
Celebrar el primer siglo de existencia de nuestra fundación, actuando en nombre de la Madre de Dios como pedagoga y ayudándola en la noble misión de educar a tantas personas, adultos y niños, es una alegría inmensa y, humanamente, inmerecida. Solo en el cielo, un día, tendré la eternidad para agradecer y comprender la plenitud de tan grande don.




