Nina
Un pedacito de mi decisión…
Cuando queremos vivir una vida -con- Dios, nuestra vida se transforma en una conversación continua con Él… nuestra vida se vuelve oración. Él pregunta, yo respondo, Él propone, yo dispongo, yo pregunto, Él me responde, yo me alegro y el también… Él habla a través de mis vínculos, deseos, de los problemas que van surgiendo, de los talentos que me regaló y también de mis dificultades… Así caminamos juntos y así sé qué y cómo responder a lo que se va presentando en mi vida. ¿Qué harías en esta situación, cómo procedo en tal otra?… Así puedo decidirme -libremente- frente a oportunidades laborales, anhelos profundos, grandes sueños, viajes, proyectos, decisiones… Así encuentro la paz interior, que es: vivir con y en Él. Por supuesto, no siempre es fácil.
De la mano de la pregunta sobre la inquietud vocacional, ya sea para la vida consagrada o matrimonial, viene la pregunta “¿Con quién/en qué comunidad?”. Para algunos la respuesta es muy clara, entonces la decisión es rápida y sin vueltas. En mi caso fue un proceso que llevó un tiempo pero que me ayudó a crecer en mi libertad.
Yo ya formaba parte de la JF, conocía el carisma y a las Hnas. de María. Y las palabras y enseñanzas del Padre Kentenich me motivaban mucho y veía en ellas muchas respuestas para mi vida. Por eso mi primera respuesta a la pregunta ¿En qué comunidad? era ‘Las Hermanas de María’. Pero mis inquietudes vocacionales surgieron al haber comenzado mis estudios. Me había mudado a una ciudad más grande y durante ese tiempo viví en una residencia de estudiantes que pertenecía a una comunidad religiosa. Conocí su espiritualidad y encontré muchos vínculos con Schoenstatt. Me sentí en casa. Y por eso fue que me pregunté si es que no sería allí el lugar a donde Dios me llamaba, aunque significara renunciar a Schoenstatt, ‘mi primer hogar’.
El Padre Kentenich decía que antes de tomar cualquier decisión hay que aquietar la mente y rezar mucho…
Era difícil imaginar mi vida sin Schoenstatt,
pero lo que yo quería era cumplir la voluntad de Dios. Por lo tanto, me preparé interiormente para renunciar a Schoenstatt, aunque me resultaba difícil. Yo quería darle a Dios la libertad a que me mostrase sus caminos para mí, eso es lo que me hacía libre de mí. Y es por eso que surgió la pregunta: ¿Acaso no podría Dios pedirte que renunciases también a este segundo hogar que encontraste? (esta otra comunidad) ¿Estarías dispuesta a hacerlo si eso significara cumplir Su voluntad? Ya había experimentado cómo Dios cuida de nosotros y que sus planes son los mejores. MPHCEV – Una vez más, confiada y en plena libertad, me preparé interiormente para que Él me guiara.
Todo esto era sólo trabajo interior, ahora debía ocuparme del trabajo exterior. Hablé con un sacerdote, quién me acompañó en mi caminito espiritual -Dios también habla a través de personas- y con quien pude conocer algunas nuevas comunidades. Después de un tiempo (que fue difícil porque normalmente no nos divierte esperar) me dijo al ya conocer diferentes “tipos” de comunidades, diferentes carismas, ya podía elegir libre y tranquilamente el camino donde Dios me llama…
Entonces la pregunta era, ¿dónde es mi corazón más libre,
dónde soy más yo, dónde se aviva mi llama? Y la respuesta no sólo fue clara, sino realmente probada. Pude elegir a las Hermanas de María de Schoenstatt libre, en paz y felizmente; pude también estar segura de que era esa la voluntad de Dios.
Así aprendí que los primeros pasos antes de cualquier decisión son: renunciar a mis deseos (aunque Dios también habla a través de nuestros deseos). Abrirme a la voluntad de Dios y querer conformarme a ella. Y rezar mucho, buscar el diálogo con Dios, a veces es a través de otras personas. Después de tomar la decisión correcta,