08.12.2022

8 de diciembre de 2022
– 2ª. Parte –

Hna. M. Danielle Peters
USA

PERUGINO, PIETRO, ca. 1450-1523, Detail from MADONNA ENTHRONED
BETWEEN JOHN BAPTIST AND ST. SEBASTIAN, 1493, Florence, Italy: Galleria Uffizzi

“Qué soï era immaculado councepcioũ” –

“Soy la Inmaculada Concepción”

La elección de María como Inmaculada indica el grado único de su plenitud de vida. Su riqueza espiritual oculta esa dimensión de su ser que está velada hacia el exterior y trasciende el tiempo y la materia. Sólo Dios conoce su profundidad. En cada momento de su vida, María es receptiva a la gracia divina. El Padre Kentenich comentó: “Ella lo es por sí misma, como representante de la creación en nuestro nombre, para nuestro bien y como modelo para nuestra imitación”.[1]  Así, María Inmaculada es la persona humana por excelencia y, al mismo tiempo, nuestro modelo y educadora a la santidad.

Así como María fue agraciada singularmente por el privilegio de su concepción inmaculada, así también todo ser humano es elevado al orden sobrenatural por la gracia salvífica del bautismo. Este don del amor infinitamente misericordioso de Dios ofrecido a todo ser humano es una invitación a colaborar libremente en la obra de la redención. La actitud de la Virgen en su fiat, sirve de ejemplo a hombres y mujeres. El P. Kentenich subrayó sobre todo en este contexto que todas las ambigüedades acerca de ser una verdadera mujer son aclaradas por María, que es el ideal de la dignidad y la belleza femeninas.

Independientemente de nuestra elección como hijos de Dios, la reflexión en María nos lleva al reconocimiento y admisión de nuestra culpa personal y, por tanto, a un confiteor sincero.  Este sentimiento de culpa apunta a la necesidad de nuestra redención e incluye la admisión de habernos apartado voluntariamente del orden de la gracia.  El Padre Kentenich señaló que en un mundo en el que se debilita el sentido del pecado, la culpa y la vergüenza, la Inmaculada Concepción es de vital importancia como lección ilustrativa para la persona centrada en Dios. Estaba convencido de la importancia pedagógica y psicológica de las mujeres más puras, pues “el anhelo más profundo y verdadero de la humanidad y de cada individuo es el Hombre Paraíso”.[2]

Por último, el Magníficat de María sugiere un realismo optimista en el poder, la misericordia y la fidelidad de Dios. A través de su himno de alabanza, nos enseña cómo se forma una relación armoniosa entre el hombre y Dios. El Padre observó que, con una excepción (cf. Lc 1,48b), todas las demás partes del Magníficat giran en torno al Dios eterno y su forma de gobernar.[3]   Así debería ser con la melodía de nuestras propias vidas.

[1] Kentenich Josef, Maria, Mutter und Erzieherin. Eine angewandte Mariologie. Predigtskizzen aus dem Jahr 1954. Schönstatt Verlag, 1973, 362.
[2] Kentenich Josef, Menschheitsschuld im Lichte der Immaculata, 8. Dezember 1929 (unveröffentlichtes Manuskript, 26 Seiten), 21.
[3] Vgl. Kentenich Josef, Aus dem Glauben leben, Predigten in Milwaukee, XIII, Patris Verlag 1983, 171.