¡Spitz, cuidado!
“Me pregunto cómo funciona con este navegador”, quiere saber mi compañera. ¡Fascinante! Para los que no tienen sentido de la orientación: No hay problema. El sistema de navegación me guía de forma fiable y segura hasta mi destino.
Ese sistema de navegación también está incorporado en nuestra alma humana – todavía no como un chip – sino como la voz de Dios en mí:
la conciencia.
Me da la dirección; me dice si mi comportamiento está bien, si debo cambiar de rumbo.
El padre compara esta voz interior en mí con un perro, el “spitz”. Lo explica así:
“La conciencia en mí, es como un spitz vigilante. Guarda los conocimientos de Dios dentro de mí. Es un Vigilante. ¿Qué hace el spitz? No permite nada: ni enemigos, ni ladrones. Entonces ladra y ladra. Por supuesto, tenemos que contar con que mañana, pasado mañana, nosotros mismos dispararemos al spitz porque se ha convertido en una molestia para nosotros… ¡Simplemente no debemos creer que podemos hacer que este spitz muera a largo plazo! Pronto volverá a la acción.
¿Y nuestra conciencia? ¿Escuchamos la voz de Dios en nuestro interior que nos exige algo? ¿Le decimos que sí, o no nos importa?” (Vivir de la fe, vol. 16, p. 131)
Surgen estas preguntas:
- – ¿Percibo la voz de Dios dentro de mí, o no existe?
- – ¿Puedo confiar en esta voz?
- – ¿Digo “sí” al deseo de Dios, o lo ignoro?
