20.11.2020

La Historia de una Maleta

Hna. M. Antônia Menezes y Hna. M. Renata Zanchin – Santa Maria/RS-Brasil

Todos tenemos una maleta en nuestras vidas –
grande o pequeña.

La hna. M. Emilie Engel recordó con alegría una homilía sobre la maleta de nuestra vida y aplicó esta imagen a su vida.

Dios le da a cada persona una maleta para llevar en la vida: del tamaño que cada uno necesita, llena de habilidades originales, alegrías, tareas, sufrimientos… Cada uno puede empacar muchas cosas en ella, según sus deseos y necesidades. ¿Pero qué pasa cuando la maleta está llena? El buen Señor comienza a vaciarla. Toma una, dos, tres cosas que necesita para que nuestra maleta sea vaciada – del yo y llenada con el amor del Padre. La hna. M. Emilie también tenía su maleta, que el querido Dios vació lentamente.

En esta homilía, el sacerdote habló de la dedicación total en horas entusiastas y solemnes, cuando estamos listos para poner todas nuestras habilidades y talentos en una “maleta” y ponerlos en las manos de Dios. Le damos todo a Él y Él puede disponer de ello. El querido Dios acepta todo con alegría como un hermoso regalo.

Pero luego, Dios nos dice: “Acepto todo. Estoy feliz por todo lo que me das en esta maleta. Ahora te lo devuelvo. Cuando quiera, sacaré lo que me guste”.

La hermana M. Emilie entregó su libertad en las manos de Dios. Pudo hacerlo porque sabía que estaba cobijada en las manos de Dios. De esta seguridad vino su serenidad y libertad interior. Aprendió esta convicción del fundador de la Obra de Schoenstatt, el Padre José Kentenich:

“El sufrimiento es siempre un signo del amor del Padre.
Dios es Padre, Dios es bueno y bueno es todo lo que hace.”

El camino de la hermana M. Emilie se convirtió en una ayuda para muchas personas. Ella creía que “la guía y la providencia de Dios no son entendidas por muchos. Nos basta con estar seguros de que Él es el amor y la bondad y sabe lo que es mejor para nosotros.”

Su filialidad hacia Dios Padre y su fe en la Providencia la prepararon para dar todo lo que el querido Dios necesitaba de su maleta. La hna. M. Emilie no le negó nada. Su “Sí Padre” se mantuvo firme hasta el último momento de su vida, a lo largo de su camino de santidad.