08.01.2020

De las picaduras de pulgas y una visita desde San Petersburgo

Hermana M. Sofja Spitcyna, Schoenstatt

Estoy orgullosa de tener un hermano sacerdote! Para mí sigue siendo un milagro del cielo que él haya elegido este camino.

No crecimos en un ambiente católico en la antigua Unión Soviética. Fui bautizada recién a los 13 años, sin que mis padres lo supieran.

Mientras tanto, hace veinte años que soy Hermana de María de Schoenstatt, donde actualmente vivo y mi hermano, quien es dos años y medio menor que yo, realiza su misión sacerdotal en San Petersburgo.

Descubrir a Dios en todas partes

Siendo adolescente entré en contacto con Schoenstatt. Desde el comienzo me fascinaron unas palabras del Padre José Kentenich que dicen que incluso a través de una picadura de pulga Dios puede decirnos algo. Que puedo encontrarlo a EL si me pongo a buscarlo.

Así aprendí a ver el mundo de forma positiva y a descubrir lo hermoso detrás de lo desagradable. Eso enriquece mucho y amplía el corazón.

Porque estoy profundamente convencida de que soy hija de Dios, tengo también mucha motivación para hacer bien mi trabajo y acometer incluso tareas que no son atractivas pero que son parte de cualquier trabajo.

En Rusia comencé a estudiar matemática antes de ingresar a nuestra comunidad. Siendo ya Hermana de María estudié en Alemania el magisterio para el nivel inicial, y ahora trabajo en el service de nuestra casa de retiros en el Monte Schoenstatt. A la par de ello estudié y finalicé la carrera de gestión operativa en Rusia.

A través de todas estas facetas de mi vida, el buen Dios quiere mostrarme su amor. Incluso a través de cosas que van mal o que no me gustan. Para mí, este es el desafío: mirar más profundamente y pensar lo que situaciones y acontecimientos pueden decirme acerca de Dios. A veces lleva tiempo… Pero sigo buscando hasta que lo encuentro.

Una gran familia

Mi hermano no pertenece directamente a Schoenstatt, pero está muy vinculado con Schoenstatt, y no solamente por mí. Su última decisión para ser sacerdote la tomó en un Santuario de Schoenstatt, cuando estaba en camino a mi vestición aquí en Schoenstatt.

Cuando viene a visitarme, hablamos mucho entre nosotros, especialmente sobre la Iglesia en el mundo, especialmente por supuesto sobre la Iglesia en Rusia.

Además, a los dos nos gusta pasear y nos encanta jugar al UNO (un juego de cartas), pero anotamos los puntos para que sea más emocionante. Esta es nuestra distracción en común.

La vocación de mi hermano, así como la mía propia, sigue siendo un regalo que me pone muy feliz. De alguna manera, también me siento responsable de su camino, ante el cual siento gran respeto. Cuando, durante su visita a Schoenstatt, celebra la Santa Misa por la mañana para nuestra comunidad, incluso en alemán – lo mejor que puede – es como si fuéramos una gran familia.