07.12.2019

¡Sube más alto!

Hermana M. Márcia Carmo Silva

“Nací para lo más elevado, para llegar a ser un día una hija de la Inmaculada.”

 

“Para Dios nada es imposible” (Lc 1,37). Estas palabras determinan la historia de la Virgen de Nazaret, que recorrió el mundo sin mancha de pecado original en vista de los méritos de su maternidad divina.

María pertenece enteramente a Dios. Su corazón está inmerso en el “poder del Altísimo” que la cubre con su sombra.  Nuestro Fundador, el Padre José Kentenich, dice: “Es una gran alegría saber que hay al menos un ser puramente humano que, en el orden mundial actual, es completamente puro e intacto, que ha caminado sobre esta tierra en perfecta integridad: ¡la Madre de Dios!”

Ella es un ejemplo para nosotros

La solemnidad de la Inmaculada Concepción nos muestra a la nueva mujer que, llena de gracia divina, se convierte en la custodia viva de Cristo. Ella es el modelo para todos los que tratan de vivir en libertad en la presencia de Dios. Para seguir el ejemplo de María, debemos buscar la coherencia entre nuestras actitudes y la fe que confesamos. Por lo tanto, nos preguntamos:

¿Qué ven los ojos consagrados a Dios? ¿Qué oyen los oídos que pertenecen a Dios? ¿Son mis actitudes oro para la custodia de mi corazón que recibe a Jesús en la Eucaristía, o hacen que la gloria de este oro se desvanezca? El Padre José Kentenich enseña: “Quien quiera hacer vida los rasgos inmaculados de su imagen de María debe vivir siempre cerca de Dios.”

Rezamos con el Padre Kentenich:

El esplendor de la Inmaculada nos apremia a llevar una vida pura en medio de la suciedad del mundo. Rezamos con el Padre Kentenich: “Concédeme ser una Inmaculada en pequeño. Libérame no solo del pecado y de la agitación desordenada de la concupiscencia, sino de la misma concupiscencia desordenada en tanto sea posible en esta tierra.”

“Inmaculada, ¡protege a tu hija! Tú estás libre de la mancha del pecado original! Más pura que la nieve recién caída, más pura que el vestido más blanco! Despierta en mí el profundo anhelo por el espíritu de Inmaculada y conviértelo en una llama santa!”