07.12.2018

El ardor por la misión es cada vez más intenso

Hna. Marie-Madeleine Hesselmann

Otra vez era un día de Alianza,

el 18 de marzo de 2017, cuando la Hna. Marie-Madeleine Hesselmann regresó a Alemania para ejercer su tarea “a la sombra del santuario original”.

Cuarenta y cinco años atrás había sido enviada a Argentina junto con sus Hermanas de curso: la Hna. M. Harriett Roderigo y la Hna. Marianne Driller (+ 2015). Era un día de Alianza, el 18 de noviembre de 1973, cuando partieron de Schoenstatt y en Génova se embarcaron rumbo a Buenos Aires en el “Cristoforo Colombo”, arribando a Argentina el 6 de diciembre. En estas más de cuatro décadas, las Hermanas regresaron a Alemania algunas veces para unas breves vacaciones. Le preguntamos sobre sus experiencias en Argentina y ahora otra vez en Alemania.

 Redacción: Hna. Marie-Madeleine, partiste a Argentina como una Hermana misionera entusiasmada, para estar allí enteramente al servicio de tu misión schoenstattiana. ¿Cómo viviste esto en aquel entonces y cómo lo vives hoy?

Hna. Marie-Madeleine: Me describes como una “Hermana misionera entusiasmada” y creo que lo sigo siendo. En realidad el ardor por la misión se intensifica en el correr de los años.

Entre 1973 y mi regreso a Schoenstatt en el 2017 hay años muy bendecidos en aquel país lejano al cual aprendí a querer y a cuya gente guardo en lo hondo de mi corazón. Naturalmente esto fue un proceso largo que incluyó alegrías y dolores. A través de todo esto, Argentina se convirtió en un hogar para mí.

Redacción: Ser una Hermana joven en un país extranjero entraña desafíos: ¿qué te ayudó a superarlos?

Hna. Marie-Madeleine: Sobre todo al comienzo los santuarios filiales tuvieron un papel preponderante porque estos son copias fieles del santuario original. A nuestra llegada, cuando fuimos recibidas por las Hermanas y juntas agradecimos por el buen viaje en el santuario de Florencio Varela, junto a la Casa Provincial, sentimos enseguida la gracia del cobijamiento.

Redacción: ¿Qué desafíos enfrentaron?

Hna. Marie-Madeleine: Un primer desafío seguramente es siempre aprender el idioma del país. Es la única manera de comunicarse bien con la gente, acoger su cultura, su forma de vida y su originalidad, aprendiendo a valorarlos y a quererlos. Hoy hablamos mucho de inculturación, un proceso de integración de diversas culturas. Se experimenta un enriquecimiento mutuo al tomar contacto con otro pueblo. Entonces la apertura frente a su manera de ser original se convierte en un regalo valioso para mí. Este es un requisito importante para poder obrar fecundamente como misionera de Schoenstatt. Es siempre un dar, pero sobre todo un recibir.

Redacción: ¿Cuáles han sido tus campos de trabajo? ¿Qué te atrajo, qué era importante para ti?

Hna. Marie-Madeleine: Mis múltiples tareas me han permitido conocer gente de las más diversas regiones, condiciones y ámbitos de este grande y amplio país. Trabajé en la docencia escolar, en el Movimiento de Schoenstatt con juventud, madres y familias, en la pastoral del santuario y en la Campaña de la Virgen Peregrina. Especialmente la amplia gama social, que experimenté de cerca, fue para mí siempre un desafío especial y una posibilidad para nuestra misión schoenstattiana y mi obrar personal. Gracias a mi trabajo apostólico en el Movimiento de Schoenstatt pude acompañar e inspirar muchas iniciativas sociales de nuestros laicos. Esto me otorgó una abundante experiencia de vida.

Redacción: Como último, ¿quieres compartir con nosotros algunos momentos especiales o alegrías?

Hna. Marie-Madeleine: Sí, con mucho gusto: en estas más de cuatro décadas me fue dado acompañar con alegría el crecimiento de la Familia de Schoenstatt. Una vez que ésta se consolidó, desarrolló proyectos importantes en el campo pedagógico, social, político y otros, basada en la fuerza de la Alianza de Amor y el carisma de nuestro Padre y Fundador, el Padre Kentenich, y éstos se convirtieron en un aporte valioso para la renovación de la sociedad.

Del mismo modo para mí fue una alegría especial apoyar y participar activamente de las así llamadas “Misiones”, tanto de estudiantes como de familias. Las mismas tienen un gran poder de atracción y una tremenda fuerza de formación religiosa tanto para los misioneros como para los misionados.