Condesa Gertraud von Bullion
Serviam
Notas biográficas
Nació el 11 de septiembre de 1891 en Würzburg,
falleció el 11 de junio de 1930 en Isny, Allgäu.
Gertraud procedía de una familia noble franco-alemana, cursó estudios secundarios en Austria, Bélgica e Inglaterra.
En 1917 entró en contacto por primera vez con Schoenstatt y se convirtió en la primera mujer del Movimiento Apostólico y cofundadora de la Federación de Mujeres de Schoenstatt.
Perfil espiritual
Desde su infancia, Gertraud quería ser hermana misionera. Se ofreció como voluntaria para la Cruz Roja cuando estalló la Primera Guerra Mundial. En Mons, Bélgica, entró en contacto con un congregante de Schoenstatt, el seminarista palotino Salzhuber, cuyo compromiso apostólico por la renovación religiosa del mundo estaba en sintonía con la inquietud interior de Gertraud. Buscó entonces un contacto más intensivo y esta orientación marcó el rumbo de su futuro. A la edad de veintisiete años, regresó a Augsburgo al final de la guerra. Al igual que en el hospital militar, siguió participando activamente en su parroquia como apóstol laico en el espíritu de Schoenstatt. Schoenstatt fue decisivo para su vida – y su vida lo fue para Schoenstatt.
La consagración que realizó a la Madre tres veces Admirable de Schoenstatt el 8 de diciembre de 1920, junto con su prima Marie Christmann, se convirtió en la puerta de entrada para toda la rama femenina que sería parte integrante del Movimiento de Schoenstatt. Gertraud quería trabajar con todas sus fuerzas para esta obra; apoyó incansablemente el establecimiento y la expansión de grupos de mujeres en Baviera. Pronto, sin embargo, debió crecer en la aceptación de la voluntad de Dios que le exigía cada vez más enfermedad, sufrimiento, renuncia, sacrificio. Así Gertraud maduró en la conquista de su ideal comprendido desde una perspectiva aristocrática: Serviam. Ella quería servir, ser la piedra fundamental y la semilla “para que el movimiento femenino realizara su tarea, para que el santuario de Schoenstatt se convirtiera en un lugar de gracias y Schoenstatt tuviera una influencia muy profunda en el presente y en el mundo” (J. Kentenich 1930). A cambio, ofreció su vida y su renuncia: no pudo estar a disposición para la fundación de la nueva comunidad de las Hermanas de María de Schoenstatt.
Relación con el Padre José Kentenich
El primer contacto de Gertraud con Schoenstatt se dio a través del suboficial Franz Xaver Salzhuber, quien desarrolló un apostolado schoenstattiano intenso en el hospital militar. Él le regaló a ella una estampa de la MTA, y a través de la revista MTA Gertraud profundizó en el mundo espiritual de Schoenstatt. En 1917 le escribió una larga carta al Padre Kentenich. Pero él, por causa de su edad, no quería asumir la dirección espiritual que Gertraud le pedía, y le pidió al Padre Kolb que lo hiciera.
Después de la guerra, Gertraud le solicitó al fundador que admitiera también a mujeres como colaboradores de la Federación Apostólica de Schoenstatt. El Padre J. Kentenich reconoció en este pedido una señal de la Divina Providencia: “Ya en 1917 se había interesado una mujer, la condesa Gertraud von Bullion. Ella había conocido al seminarista Salzhuber y me había pedido, en aquel entonces, que velara por su vida espiritual. Pero yo me había propuesto no ocuparme de la pastoral femenina antes de cumplir los treinta y cinco años de edad. Por eso le indiqué otra persona … Entonces, ¿estuvo el hombre al comienzo? ¡Oh no! Siempre se procuró tantear y buscar los planes de Dios. Schoenstatt es verdaderamente una obra de Dios, corresponde a los planes de Dios” (J. Kentenich 1950).
Gertraud cultivó el contacto con el P. J. Kentenich como fundador de una obra de Dios para la cual ella se puso totalmente a disposición. Ya pronto reconoció en el Director de la Federación “al Padre del Movimiento Apostólico”, a quien le pidió, antes de su consagración decisiva, que la bendijera. Con gran alegría relata: “Él vino y nos cumplió el deseo. Fue como cuando los padres bendicen a sus hijos antes de que éstos den un paso importante en sus vidas.”
La oración de consagración que eligió el fundador de las diversas propuestas formuladas para este fin, era la que formuló Gertraud. Esta consagración se convirtió en la norma de su vida.
Poco antes de su muerte escribió: “Para el 16 de abril les pido una oración especial, fuerte, porque quiero renovar la consagración con el texto literal en cuanto me sea posible. ¡Cuán en serio se tomó la Madre la entrega! Ahora hace un año que estoy enferma y no se ve el final. Pero no retiro ni una letra de la consagración, díganselo a la Madre en la capillita” (1930).
El Padre José Kentenich señaló en repetidas ocasiones la importancia de su vida, de su entrega sacrificada por el surgimiento del movimiento femenino. “Verdaderamente, ella representa para nosotros el ideal de una auténtica mujer schoenstattiana” (1940). Como mujer madura encontró su camino a Schoenstatt. En comparación con José Engling, que de joven se dejó entusiasmar por la educación propuesta por Schoenstatt, el Padre J. Kentenich, mirando a Gertraud de Bullion, dijo poco después de su muerte:
“Se puede leer en la biografía de la Condesa de Bullion “Serviam” cómo nuestras ideas fueron recibidas y procesadas en otra época cultural religiosa, y además por un alma femenina, que vino a nosotros como una persona ya formada en lo esencial. Si él (José Engling) siguió el camino: “Per Mariam ad Jesum (Deum), en ella encuentran el camino en el sentido inverso: Per Jesum ad Mariam” (1933).
En una reflexión en 1953, el Fundador subrayó la importancia de estas primeras mujeres en la historia espiritual de Schoenstatt: “La oración de consagración que surgió puede ser entendida como una expresión de la actitud espiritual de la época y como un modelo sobre el cual se orientan todas las consagraciones posteriores -como en José Engling, consciente o inconscientemente-. … La oración expresa una altura que no puede ser superada fácilmente. Es independiente de José Engling, pero no independiente de la educadora maternal que llevó en su corazón los primeros frutos del movimiento de hombres y mujeres y los formó con mano de madre fiel de una manera original e individual según un modelo secreto, visible a todas las generaciones siguientes… El desarrollo siguiente del individuo y de la comunidad muestra que la consagración, con todo su contenido, no era meramente un sueño, sino que fue tomada muy en serio y se ha convertido en una forma de vida.”