21.01.2018

Justamente ahora: arriesgar algo nuevo. Contigo.

Hna. M. Caja Bernhard, Alemania

Cambiar, ponerse en marcha, comenzar nuevamente

Hay tantas cosas que cambian, que plantean preguntas, que invitan a comenzar de nuevo – justamente ahora: en el escenario político nacional e internacional, en el ámbito de nuestra Iglesia.

Y también en la vida personal: cambiar, ponerse en marcha, comenzar nuevamente. Situaciones que hasta ahora no se habían dado de esta manera. Experiencias que plantean preguntas total­mente nuevas. Desafíos que impulsan a comenzar otra vez, quizás más que hasta ahora.

 

Dios ama los comienzos nuevos

Nuestro Dios es un Dios que ama los comienzos nuevos. Un Dios que le promete a la humani­dad, de los modos más diversos, que para Él es muy importante: “…asegurarles un porvenir y una esperanza” (Jer 29,11). Desde la creación del mundo, Dios pone en escena un comienzo nuevo atrás del otro. En el Antiguo Testamento elige reyes y profetas para atraer a su pueblo más profundamente hacia Él y llevarlo por sus caminos. Al comienzo del Nuevo Testamento, “cuan­do se cumplió el tiempo” (Gal 4,4), inicia el comienzo nuevo más decisivo en la historia de la hu­ma­nidad. Elige a una joven: María, para que traiga al mundo al Redentor. En el correr de los siglos siguientes vuelve a elegir personas, santos, que actúen como fuerza renovadora en la Iglesia y a través de la Iglesia.

18 de octubre de 1914: una nueva iniciativa divina

También el Padre Kentenich, el fundador del Movimiento internacional de Schoenstatt, es instru­mento de un comienzo nuevo. Mediante pequeñas señales, Dios le hizo descubrir su voluntad de iniciar en Schoenstatt, a través de María, un camino de alianza. El sí a esta voluntad, que el Pa­dre Kentenich pronuncia junto con unos pocos jóvenes, permite que surja algo nuevo: Schoen­statt como un lugar de gracias. Schoenstatt como un nuevo camino espiritual y pedagógi­co. Schoen­­statt como un Movimiento de renovación en la Iglesia, para la Iglesia y, a través de ella, para el mundo.

Un simple ‘sí’ que está al inicio, consigue muchísimo. ¿Qué habría sucedido si María hubiese dicho que no? ¿Qué habría sucedido si grandes varones y mujeres de la historia de la Iglesia que la han marcado en lo siglos pasados, hubieran negado su ‘sí’? ¿Qué habría sucedido si el Padre Kentenich no hubiese tenido el ánimo y la fortaleza de la fe para seguir los planes de Dios?

Un nuevo inicio, ahora y aquí

Dios toma la iniciativa. Él se acerca a los hombres, los invita, los convoca a seguir el plan bonda­doso que Él tiene para ellos, para que pueda surgir algo nuevo y grande. Ese es su estilo en el tra­to con la humanidad, ese es su estilo en el trato con nosotros. Dios quiere comenzar algo nuevo tam­bién con nosotros, con cada uno de nosotros. Él tiene un plan conmigo, quiere escribir la his­toria conmigo y a través mío: para que algo cambie para bien, para que su bendición se expanda allí donde estoy.

¿En qué ámbito quiere Dios comenzar algo nuevo en este año en mí y a través mío? ¿Qué caminos que ya se han cerrado quiere Él que yo abandone para partir a la nueva orilla? ¿Qué mensajeros me envía para señalarme la dirección de manera suave, cuidadosa, discreta? ¿A quién me manda por el camino para que yo mire, escuche y de repente comprenda más?

Para que no quede todo en palabras lindas y buena voluntad, como quizás ya ha pasado en otras ocasiones, sigue ahora una propuesta para concretizar todo esto.

Hacer una pausa

Me tomo tiempo. Voy a algún lugar que es especial para mí. Pido la luz del Espíritu Santo y me abro para el “diálogo” con Él.

Mirar hacia adelante

Pregunto: buen Dios, ¿qué quisieras de mí en este año? ¿A dónde me quieres guiar? ¿En qué ámbito deseas que comience de nuevo?

Escucho en mi interior. Me dejo tiempo, suficiente tiempo – tanto tiempo hasta “escuchar” algo. Anoto mis pensamientos. Medito sobre ellos. Decido qué dirección tomar.

Ponerse en marcha

Me pongo en marcha, me dejo atraer por la visión que me guía, arriesgo el primer paso. Formulo una frase que me motive constantemente en la dirección a la meta fijada, y la digo varias veces, especialmente por la mañana, al iniciar el día.

Mantenerse en el camino

Me preparo para enfrentar las resistencias, sea que vengan de mi interior, que se resiste a aban­donar la rutina, o que vengan del exterior: cuando los otros se rían de mí o intenten frenarme. A pesar de ello sigo mi camino, y les sonrío.

Esperar

Sé que no estoy solo para alcanzar al meta. Alguien viene conmigo: María, la Mujer que no me aban­dona. Y hay uno allí que me apoya y yo confío: cuando ÉL, el Espíritu Santo, “sopla el viento favorable en las velas, avanzamos rápida y seguramente” (J. Kentenich).

Con ánimo – hoy, ahora y aquí

Arriesgar la salida. Descubrir tierra nueva. Comenzar con lo que nadie ha comenzado antes de mí. Así como María, así como el Padre Kentenich, así como tantos ya antes de mí. No en algún momento, en algún lugar, no: con ánimo, hoy, ahora y aquí. Puesto que: “Depende de nosotros. Que Dios no haya confiado en vano en nosotros.” J. Kentenich