Requiere un poco de tiempo encontrar y seguir caminos nuevos. En este año tuve una experiencia muy concreta al respecto. En la cercanía de nuestra casa hay una zona de bosques grande que invita a pasear. Durante mucho tiempo hice siempre el mismo recorrido, hasta que un día, diversas circunstancias no previstas me hicieron tomar otro camino en esta zona. Entre tanto ya son cuatro caminos los que recorro según sea la situación y cómo esté el tiempo. Mi horizonte se ha ampliado y esta zona de bosques se ha convertido cada vez más en “mi” espacio en el que me siento más “en casa”.
Este año nuevo me invita a ampliar el horizonte de mi vida, a abandonar caminos que recorrí siempre para ganar amplitud interior.
Un camino nuevo, que llama muy poco la atención, podría ser: abandonar la senda amplia de lo obvio para llegar a ser más agradecida.
Sacar la capa de polvo que es ese tomar todo como obvio
En el año nuevo estamos invitados a sacar la capa de polvo que es ese tomar todo como obvio, que se posa sobre los colores de nuestra vida como si fuera un paño gris. Los invito a contemplar nuestra vida cotidiana. ¿En dónde se habrá asentado en mi vida esta capa de polvo? El Padre Kentenich dijo cierta vez: “Decir ‘muchas gracias’ tendría que ser el tono fundamental de nuestra alma.” Las personas agradecidas son personas felices. La gratitud no depende de que yo reciba todo lo que quiero, de que esté alegre porque todo está saliendo como me lo imaginé. En lo más profundo, la gratitud fluye de la convicción de que Dios acompaña mi vida, de que Él está presente en mi vida, de que Él me sostiene siempre y precisamente en los trechos oscuros.
Ni un minuto de tristeza
El 21 de septiembre de 1941, los nazis pusieron en prisión al Padre Kentenich durante cuatro semanas en Coblenza, en una cárcel que había sido un banco y cuyas cajas de caudales se habían convertido en celdas para los prisioneros. Por la altura de las mismas, no todos los prisioneros podían estar de pie totalmente derechos en estas celdas, las cuales no contaban con luz ni con aire fresco. Esta era una táctica de los déspotas de aquel entonces para ‘ablandar’ a los prisioneros y arrancarles confesiones. El Padre Kentenich describió este tiempo en la prisión de la siguiente manera: de todas partes se escuchaban los gritos desesperados de las personas que se volvían locas en estas cajas de caudales. Él, entonces, comenzó a cantar y esto fue tranquilizando a los prisioneros de las celdas vecinas. Y le aconsejó a las hermanas que aprendieran los cantos de memoria para que pudieran ayudar en situaciones semejantes. Y dijo también que en estas semanas él no había tenido ni un minuto, ni siquiera un segundo de tristeza.
Fuerte en la Alianza de Amor
Admirable. El Padre Kentenich no se entregó ciegamente a su destino. Él basaba su vida en la realidad que, en definitiva, es la realidad de cada cristiano: Dios en nosotros. Desde el bautismo vivimos en una firme alianza. Sabemos que los países que están en alianza entre sí, son países fuertes. Las personas que viven en alianza con Dios son personas fuertes. El Padre Kentenich vivió en alianza con María, en la Alianza de Amor. Ella estaba con él y le ayudó a creer en este Dios de Amor, también en las circunstancias más difíciles.
No estamos solos
En este momento no estamos encerrados en una caja de caudales. Pero en este año que se inicia, tendré que transitar por caminos que no quisiera recorrer, que parecen ser callejones sin salida. Va a haber desvíos y embotellamientos. ¿Cómo voy a manejar estas situaciones? Que salga en nuestros corazones el sol de la gratitud, sabiendo: estoy en alianza con un Dios que es Padre. “Pero no estoy solo, el Padre está conmigo (Joh 16,32) “. Consciente de esta realidad emprendió Jesús su viacrucis. Tampoco yo estoy sola: ni en los trechos principales conocidos de mi vida, como tampoco en las calles laterales o en los caminos abiertos. Este es el fundamento más hondo que me hace estar agradecida en este año que se inicia y me da ánimo para emprender caminos nuevos.